Miedos

Siempre he sido escéptico respecto a lo paranormal. Sin embargo, lo que viví aquella noche en la antigua biblioteca del pueblo cambió mi perspectiva para siempre.

Era una apuesta tonta entre amigos: pasar la noche en la biblioteca abandonada, supuestamente embrujada. Con linterna en mano y una sonrisa burlona, entré al edificio. El eco de mis pasos en el silencio era el único sonido… hasta que no lo fue.

Libros comenzaron a caerse de los estantes sin razón aparente. Pensé que era un animal, o quizás mis amigos intentando asustarme. Pero entonces, escuché un susurro que heló mi sangre. Una voz femenina, clara pero distante, pronunciaba mi nombre.

“¿Quién está ahí?” pregunté, mi voz temblorosa.

No hubo respuesta, solo el sonido de pasos arrastrándose en el piso superior. Con cada minuto que pasaba, la temperatura descendía, y mi respiración se convertía en vapor frente a mí.

Decidí investigar. Subí las escaleras rechinantes, y al llegar al pasillo, vi una figura al final. Una mujer vestida de blanco, con el cabello oscuro cubriéndole el rostro. No se movía, solo estaba… parada, mirando hacia la pared.

“¿Necesita ayuda?” pregunté, aunque algo dentro de mí gritaba que corriera.

La figura se giró lentamente, y pude ver su rostro, o más bien, la ausencia de él. Donde deberían haber estado sus ojos, solo había oscuridad. Un grito se atoró en mi garganta cuando la figura se desvaneció ante mis ojos.

Corrí fuera de la biblioteca, sin mirar atrás. A la luz del día, todo parecía normal, pero yo sabía que lo que había experimentado era real, más allá de cualquier lógica o razón.

Desde entonces, no paso por esa calle, y aunque sigo siendo escéptico, ahora sé que hay misterios en este mundo que están más allá de nuestra comprensión.

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